Malasaña, hablemos bien de ti

Desde hace un tiempo siento que Malasaña es como esa celebridad que ha pasado de moda. Cuando llegué a Madrid, la prensa, los blogs y otros tantos medios, le dedicaban reportajes para hablar de la originalidad de sus negocios, del estilo de vida de sus vecinos, de la creatividad que en él se respiraba y vivir aquí era el sueño de muchas personas que llegaban a la capital a comenzar una nueva vida. Pero con el tiempo, comenzaron a surgir las primeras críticas: lo visto de manera positiva como moderno y actual pasó a ser hipster y más tarde dio paso a la gentrificación, la turistificación, a los precios más que abusivos de los alquileres y a que la moda vintage y la decoración con palés dejase de hacer tanta gracia. Un día leí que Malasaña podría morir de su propio éxito y me temo que si no hacemos nada por cambiarlo, podría pasarle en un corto espacio de tiempo.

Cuando me preguntan qué pienso sobre este tema, siempre digo que creo que los cambios son inevitables, que al igual que las personas cambiamos, también lo hacen los barrios y que posiblemente si le preguntas a alguien que vivió aquí en la década de los ´70 o incluso antes, te dirán que los ´80 trajeron muchas cosas negativas – aunque en la actualidad todos hayamos idealizado esa década queriendo en muchas ocasiones teletransportarnos a los años dorados de la movida madrileña. Yo soy de las que creo que muchos de los negocios que han surgido han traído cosas muy positivas al barrio, que no hay que culparles porque se vean menos ferreterías, zapaterías o tiendas de alimentación pequeñas, que ya bastante tienen con poder sacar adelante sus negocios en los que han depositado toda su ilusión; me alegra ver que consiguen salir adelante mes a mes, porque es una tarea dura y complicada en la que cada día ponen todo su esfuerzo y dedicación. No caigamos en creer que son ellos quienes han expulsado de aquí a los comercios de toda la vida porque no es verdad; lamentablemente, no veo jamás colas enormes en los ultramarinos y sí en Carrefour Express. Tengamos todos un poco de autocrítica.

Durante estos años yo he cambiado, mis gustos también lo han hecho y mis prioridades no os quiero ni contar. Malasaña ya no me sorprende tanto como al principio, tal vez se nos haya agotado la pasión, pero entre nosotros existe un amor y una confianza que pocos lugares me han dado en mi vida y por eso hoy quiero contaros las partes positivas que le sigo viendo a este barrio que tantas cosas me ha dado en los más de ocho años que llevo viviendo en él. Ojalá mejore esos puntos débiles que están haciendo que Malasaña pierda fuerza porque sería una pena dejar que se convierta en un lugar en el que los únicos visitantes sean los turistas. Los barrios los hacen los vecinos, y sin ellos pierden toda su magia, no nos olvidemos de esto.

¿Pero sabéis por qué sigo teniendo esperanzas? Porque me gusta bajar a la calle y saludar a la señora que vende la lotería, preguntarle a mi vecina qué tal va de la pierna, que el señor que me arregla las averías de casa salga del bar y me pregunte si todavía no me he ido de vacaciones, que me olvide la cartera y que pueda dejar a deber en el ultramarinos de debajo de mi casa, que me siente en mi bar preferido a leer un rato los domingos y que antes de decir lo que quiero, ya me lo hayan servido, que me escriban de la tienda en la que me compro la ropa habitualmente y me digan que les ha llegado una falda que me va a encantar o pararme a charlar un rato con el dueño de ese perro que tan bien se lleva con el mío. También me gusta levantarme entre semana y salir temprano a pasear por calles desiertas, es un privilegio que tenemos solo los que vivimos aquí, un barrio tan acostumbrado a llenarse de vida y de gente que espera colas para sentarse en una terraza de la plaza. Me gusta ese Malasaña que es pueblo, que lucha por no convertirse en ciudad, cada día con más fuerza, en el que tus vecinos tienen nombre y en el que sigues encontrando lugares que te hacen sentirte como en casa.

Malasaña me ha visto vivir muchas cosas: me vio llegar con mucha ilusión, me vio reír, llorar, irme durante unos meses a otro barrio porque no soportaba la tristeza de los malos recuerdos; llegué a maldecir sus calles, a gritar en mi cabeza que quién me mandaría a mí haberme ido de Coruña, pero consiguió que volviese, siendo otra, sumando experiencias a mi vida que posiblemente preferiría no haber vivido, pero que me hicieron más fuerte. Malasaña ya forma parte de mí, estamos unidos para siempre y aunque sé que nuestra relación no será eterna – eso cada vez lo tengo más claro porque se está agotando la arena de nuestro reloj – me ha ayudado mucho a crecer, a confiar en mí misma, a descubrir que la vida puede ser de otra manera y eso, queridos amigos, es de las cosas más bonitas que un lugar te puede ofrecer.

Quiero que una vez se agote nuestra relación, sigamos siendo de esos amores que recuerdas con cariño. Quiero volver cuando ya peine canas e incluso camine con bastón y poder sonreír recordando todo lo que me dio, diciendo «¿Ves ese rincón? Pues ahí estaba mi cafetería preferida, donde pasé tantas mañanas de domingo leyendo libros y charlando y un poco más adelante, allí donde ves ese cartel, estaba mi tienda preferida, ¿qué habrá sido de su dueña?».

Quiero, sobre todo, que la gente que llegue de nuevas pueda sentir lo mismo que yo la primera vez que pisé la plaza de San Ildefonso, que logren sentirse una parte importante del barrio, que vivan con ilusión cada día de la semana y que vivir aquí no se convierta en un artículo de lujo, que para eso ya están otras zonas.

Te quiero Malasaña, no lo olvides jamás, y sigue luchando por que no instalen en tus calles cajeros automáticos o franquicias que cobren el café a precio de langosta. Yo confío en tu fuerza.

Malasaña a través de las décadas: así opinan los vecinos del barrio

Malasaña. Fotografía: Esto es Malasaña, Adriana Alcol
Malasaña. Fotografía: Esto es Malasaña, Adriana Alcol

Si vives en Malasaña, seguro que en más de una ocasión has escuchado frases del tipo «El barrio ya no es lo que era», «Malasaña en los ´80 sí que era auténtico», «En los ´90 daba miedo pasear por las calles de Malasaña de madrugada», «Ahora Malasaña se ha llenado de modernos»… ¿Os resultan familiares, verdad?

Hoy he decidido hacer este post en el que varios vecinos del barrio de toda la vida dan su opinión personal acerca de cómo ha cambiado Malasaña a través de las últimas décadas y comprobaremos que no es lo mismo vivir aquí que venir de visita a disfrutar del ocio o de los planes nocturnos.

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Malasaña. Fotografía: Esto es Malasaña, Adriana Alcol
Malasaña. Fotografía: Esto es Malasaña, Adriana Alcol

Ana Álvarez (38 años) y su familia han vivido en Malasaña desde siempre. Recuerda la década de los ´70 como un barrio amable en el que los niños podían salir a la calle a jugar y los vecinos se conocían como si se tratase de un «pequeño pueblo» dentro de una gran ciudad. Con la llegada de los ´80 nos cuenta la aparición de la droga en el barrio – en su portal era habitual encontrarse papel de plata y jeringuillas – y su madre volvió a ir a buscarla a la salida del colegio porque «la inseguridad en el barrio era una realidad».

«Supongo que la gente de otros barrios que iba al Penta o a la Plaza Dos de Mayo les parecería genial, pero para las personas obreras que vivíamos aquí la verdad es que el barrio perdió su encanto (…) A veces veo reportajes en la televisión que no cuentan toda la verdad; fuera de esos bares había yonkis atracando con jeringuillas y navajas. A mí me atracaron dos veces y todavía era una niña».

Ana Álvarez

Malasaña. Fotografía: "Cuando Sonríes"
Malasaña. Fotografía: «Cuando Sonríes»

Mar nació en 1988. Su madre y su abuelo vivieron toda su vida en la zona de Malasaña y aunque ella no conserva muchos recuerdos de los 80, es consciente de que los niños en esa década jugaban en los parques demasiado cerca de las jeringuillas, aunque según opina, se trató de que las plazas por aquel entonces fuesen lugares seguros para los más pequeños. El ambiente del barrio, más el diurno que el nocturno, es lo que más destacan ella y su familia y como contrapunto, reconocen que lo peor fue esa generación perdida que se vio tristemente afectada por el mundo de la droga.

Aún así, conserva recuerdos bonitos de entonces, como estar en El Boñar con su abuelo «El Cañita», casi siempre en la barra, y la mítica apuesta del bar de que pagaban un viaje a las Islas Canarias a quien fuese capaz de terminar el cocido.

«El cambio de década ya te digo que por mi edad no lo noté especialmente, mentiría si dijese lo contrario, pero sí considero que fue algo paulatino, que los ´90 – por lo menos los primero años – eran una continuación sin apenas diferencia»

Mar

Malasaña. Fotografía: Esto es Malasaña, Adriana Alcol
Malasaña. Fotografía: Esto es Malasaña, Adriana Alcol

Ana nos cuenta que a finales de los ´90 fue cuando llegaron los nuevos aires al barrio: la droga comenzó a desaparecer y fue sustituida por el botellón – lo que afectó a los vecinos por el ruido y la suciedad – pero confiesa que el ambiente era muchísimo mejor, «estudiantes jóvenes con ganas de pasarlo bien pero sin hacer daño a nadie y además comenzaron a aparecer comercios y negocios bonitos en la zona de la Calle Espíritu Santo, lo que hizo que vivir en Malasaña resultase mucho más seguro y tranquilo».

Un tweetero que vivió durante 30 años en el barrio opina que en realidad no hay época buena o mala, sino épocas distintas «Malasaña en los ´80 era divertida pero peligrosa, igual que Chueca» y confiesa que se escapaba a escondidas por la noche cuando todavía era un crío y que se llevó algún que otro susto. A finales de los 80 y principios de los ´90, su época universitaria, fue cuando más lo disfrutó y recuerda los ambientes más «Mod»: el Siroco – donde eran míticas las sesiones de Soul y Northern Soul y los sonidos más Mod de los sábados noche, a donde se acercaba a pinchar el mismísimo Juan de Pablos – el Shout o el Soul Club, que se encontraba en la Plaza de San Ildefonso y en su opinión era el mejor. No olvida tampoco el clásico Penta y la Vía Láctea, donde se encontraba con frecuencia a Kike Turmix o los hermanos Pardo, de Sex Museum. Encontrarse a mods y garajeros era habitual en las noches malasañeras.

«Con la llegada de los ´90 comenzó la etapa de los cafés, como el Ruiz, el Isadora o el Café del Foro, en la Calle San Andrés, donde había actuaciones de todo tipo».

Malasaña. Fotografía: Esto es Malasaña, Adriana Alcol
Malasaña. Fotografía: Esto es Malasaña, Adriana Alcol

Les pregunté también acerca de la llegada del 2000, qué opinaban acerca de eso que dice la gente de que Malasaña ha perdido su esencia… 

«En absoluto: empezó la esencia de lo que hoy es Malasaña. Comenzaron a salir por aquí grupos de estudiantes y universitarios jóvenes, se empezó a cuidar más la estética de los locales y tiendas; surgieron los bares de tés, bollitos y magdalenas y creo que quien diga que Malasaña perdió su esencia es que nunca vivió en el barrio, que sólo estaba por aquí de visita para disfrutar de él unas cuantas horas del fin de semana. Mis padres, mis tíos, mis abuelos y vecinos del barrio de toda la vida, lo ven de la misma manera que yo». 

Ana Álvarez

«Sí pienso que las cosas cambiaron, pero todo cambia, es pura evolución.. Lo importante es no perder la esencia y lo mejor de Malasaña es que es un pueblo en el centro de Madrid y nunca dejará de serlo mientras visitantes y vecinos tratemos de mantenerlo de esa manera. Sí reconozco que hay cosas del Malasaña de hoy en día que no me gustan, como el tema de aparcar o ese postureo que rodea al barrio y que nada tiene que ver con él. Parece que está de moda ser de Malasaña o vivir en Malasaña porque es muy cool, pero me gustaría que la gente que tanto admira este barrio supiese al menos la historia de Manuela Malasaña»

Mar

«Con la llegada de los 2000 ha mejorado la seguridad, las casas se han rehabilitado y en general es un barrio más bonito. Lo malo, es que ha venido gente con un alto poder adquisitivo a vivir aquí como si se tratase del Barrio Salamanca y quieras o no, eso lo condiciona todo, pero aún así sigue siendo una gozada dar un paseo por Malasaña o salir de noche… ¡A ver quién se atrevía a pasear solo por Espíritu Santo en los 80 y principios de los 90! La esencia de este barrio es que, aunque ya no vivo aquí, siempre que vengo me sigo sintiendo como en casa»

Malasaña. Fotografía: Esto es Malasaña, Adriana Alcol
Malasaña. Fotografía: Esto es Malasaña, Adriana Alcol

Definitivamente, cada década ha tenido su encanto; Ana se queda con el Malasaña de principios de los 2000, «cuando empezaban los sitios cucos y la gente que venía era muy sanota. Al de hoy en día le encuentro la pega de que parece más un negocio, que hay demasiado postureo y que a veces se ven locales que triunfan por tener un dueño determinado más que por el servicio que ofrecen y eso en parte se debe a esa tendencia de venir sólo al barrio para poder subir fotos a las redes sociales y decir que has estado en el sitio de moda».

Mar opina que «todas la décadas han tenido cosas muy buenas en el barrio, aunque si tuviese que elegir seguramente me quedaría con la década de los ´90, por coincidir con mi infancia, con los años que pasábamos el mismo tiempo en casa que en la calle, que hacíamos con nuestros padres la ruta del aperitivo y jugábamos en los columpios de Comendadoras, o cuando acompañabas a tu abuela a por el pan y tardabas hora y media por la cantidad de vecinos que te paraban por el camino (…) Tuve la oportunidad de vivir en primera persona lo bueno de este barrio cuando en el año 2011 estuve muy enferma y no había día que mínimo 10 vecinos no preguntasen por mí a mi madre. Cuando me recuperé me sentí la persona más querida del mundo y pude apreciar que los vecinos tienen tiempo para todo, para cotillear y para tenerte cariño porque te han visto crecer al fin y al cabo».

¿Cuál es vuestra opinión? ¿Cuál es la década con la que os quedaríais? Desde «Esto es Malasaña» quiero agradecer la participación de Ana, Mar y el «tweetero anónimo» por sus opiniones que seguro que nos hacen descubrir anécdotas de este barrio que muchos desconocíamos… ¡Muchísimas gracias por ayudarme a seguir llenando de contenido interesante este blog! ¡Sois maravillosos!

No tengas miedo a la soledad

Una de las peores sensaciones a la que te puedes enfrentar en la vida es a la soledad no deseada. Da igual que todo el mundo haya pasado por ello en algún momento, que te digan que pronto estarás mejor o que nadie se muere por una situación así, pero cuando tú lo vives, cuando te sientes caer en un pozo sin fondo las veinticuatro horas del día, no hay nada que te haga pensar que llegará un día en el que esa sensación irá desapareciendo, dando lugar a otras, que posiblemente no sea la felicidad repentina, pero que al menos darán tregua a esa tristeza que creías que nunca desaparecería y sin apenas darte cuenta, un día esbozarás una pequeña sonrisa.

La soledad no deseada se puede vivir de muchas maneras: hay quien elige ahogarla en noches interminables, de cama en cama y rodeándose de personas que preguntan «¿una caña más?» en lugar de un «¿qué tal estás?» y las hay que se encierran en sí mismas, que lloran y se fustigan recordando aquello que fue y ya no es. Lo cierto es que no sabría decir qué caso es peor que el otro – yo soy más del segundo combinado con alguna noche del primero – pero lo que sí que tengo claro es que en ambas situaciones, además de sentirte totalmente vacía, tiendes a pensar que la otra parte está viviendo una vida de ensueño en la que la tristeza y el echarte de menos no tienen cabida. La soledad no deseada es muy mala compañera, esa es la única verdad, porque te hace débil y vulnerable, así que para luchar contra ella tienes que intentar agarrarte a la primera piedra que veas en ese pozo sin fondo en el que te estás dejando caer  y empezar a escalar sin mirar abajo.

Debes saber que es imposible convertir de un día para otro esa soledad no deseada en una que te resulte agradable e incluso en ocasiones la mejor elección de tu vida; sé que habrá personas que te habrán dicho que puede ser así, porque a toro pasado a todo el mundo le gusta dar lecciones, pero lamento decirte que no es verdad y para llegar a una situación de paz contigo misma, deberás esquivar muchos obstáculos y eso conlleva paciencia y mucho tiempo, pero es importante que sepas que si no tiras la toalla, lo puedes conseguir. Puede que este consejo te suene a libro de autoayuda, incluso a mí cuando lo releo me lo parece y me da un cierto repelús, pero te lo digo como alguien que lo ha vivido en primera persona, que me convertí en un ente que parecía hacer todo de manera mecánica, carente de cualquier sentimiento que no fuese la tristeza y que gracias a todo lo vivido, aprendí una de las mejores lecciones que me ha dado la vida: jamás de los jamases, por muy bien que estés con alguien, permitas que tu felicidad y tu día a día dependan de esa persona, porque lo bonito no es depender sino que cuando estés con alguien, seas capaz de compartir y aunar la felicidad de ambos. Sí, además de a libro de autoayuda suena tela de cursi, pero es una verdad como un templo.

Si has llegado a este texto de manera casual, no sé si te habrás sentido identificada, pero te recomiendo que no compares tu situación con la de nadie, que te tomes tu tiempo para estar sola – a mí me ayudó mucho reorganizar mis cosas, recolocarlas y deshacerme de todo lo que no me aportaba buenas sensaciones – que aprendas a conocerte como un ser único que no siempre dependa de un «nosotros», que hagas esos planes que siempre has querido hacer y que no has hecho, que te cocines esos platos que tanto te gustan, que te mimes, dedicándote tiempo a ti misma y por qué no, que te emborraches un día si te apetece y bailes y cantes a grito pelado hasta que salga el sol acompañada de buenos amigos, que aprendas a disfrutar de la compañía y no a necesitarla y un día, sin darte cuenta, te tumbarás en la cama y pensarás «oye, pues hoy no estoy tan mal».

Convertir la soledad no deseada en un camino más llano, tranquilo y feliz requiere mucho esfuerzo y tesón, pero en el momento que aprendas a convivir contigo misma sin sentir que es una situación obligada, es cuando empezarás a tomar decisiones conscientes y entonces estarás preparada para elegir otros caminos y apostar por compartirlo con otra persona, con varias o con ninguna. A partir de este punto, la vida te irá diciendo si tus decisiones son buenas o malas, pero estoy segura de que cuando mires hacia atrás y veas todos los baches que has superado desde el momento en el que decidiste agarrarte a esa piedra para no seguir cayendo en ese pozo sin fondo, te darás cuenta que la soledad a veces es el mejor camino para conocerte a ti misma y que te ayudará en momentos futuros a decidir de una manera más sensata y racional. Piensa un poco más en ti sin sentirte egoísta, hazme ese favor.

Coruña, te echo de menos

Fotografía: www.lawebdelacultura.com

Casi toda mi familia materna vive en Madrid, por eso durante mi infancia y hasta que comencé a trabajar, reservábamos unos días para juntarnos y disfrutar de todo lo que ofrece la capital. Lo pasábamos de maravilla, pero siempre volvía a Coruña diciendo «jamás viviría en una ciudad tan grande como Madrid». Pero las circunstancias cambiaron y en el año 2012 me vi mudándome con cuatro bártulos en una furgoneta a un pequeño piso del barrio de Malasaña del que no me he movido hasta el momento (salvo durante un año, en el que estuve viviendo en otro barrio de la zona norte, pero esta ya es otra historia).

El caso es que me enamoré de Madrid, un flechazo en toda regla: me encantaba el barrio en el que me había instalado, el entorno, los paseos en los que descubría rincones nuevos cada día, soñar con todas las posibilidades que me iba a ofrecer la ciudad, el buen clima, la gente, etcétera. Nunca dejó de gustarme volver a pasar unos días en A Coruña, pero lo tenía claro: «jamás volvería a vivir en una ciudad tan pequeña como A Coruña».

Madrid me ha ofrecido muchas cosas positivas y no puedo negar que mi vida aquí es bonita: tengo un trabajo que me gusta, me rodeo de personas a las que quiero, el tiempo de ocio puedo dedicarlo a actividades muy diferentes y divertidas, me permite viajar con más frecuencia con opciones más baratas, me ha abierto mucho la mente y además me ha convertido en una persona más valiente y echada para adelante. Pero Madrid agota, algo que ya me habían advertido muchas personas que pasaron unos cuantos años aquí y que luego volvieron a vivir en una ciudad pequeña. Creía que esto jamás me pasaría a mí, os lo prometo, pero al final irremediablemente me ha sucedido y ahora, cada vez que vuelvo a A Coruña a pasar unos días, pienso «Ojalá volver a vivir aquí».

Fotografía: A opinión de A Coruña

Me fui de A Coruña un tanto decepcionada con la ciudad y las oportunidades que ofrecía y me vine a Madrid con un cierto rencor hacia ella. Lo mantuve durante mucho tiempo, pero poco a poco y con el paso de los años, empezó a desaparecer. No sé si es la edad, pero sueño con una vida que no era la que quería en 2012; extraño toda esa cotidianidad que aporta una ciudad pequeña: poder visitar a mi familia todas las semanas, tomar un vino con mis amigos y poder regresar a casa caminando, planear una escapada a la playa  o, mejor aún, que pueda surgir de manera espontánea, ver que el dinero no se evapora en tus manos, poder vivir en una casa que no se lleve gran parte de tu sueldo en un alquiler, no rodearme constantemente de bullicio y que las horas no se te vayan en trayectos interminables. Quiero que el tiempo, mi tiempo, pase lento, o al menos tener la sensación de que las horas tienen efectivamente sesenta minutos.

A cualquier persona que viva en una ciudad pequeña y  esté pensando en mudarse a una más grande, sin duda, le animo a que lo haga porque es una experiencia maravillosa de la que no se va a arrepentir jamás y puede que se adapte de tal manera que finalmente se convierta en su vida ideal, pero que no se frustre si no es así y sueña con regresar a una vida más tranquila, en un pueblo o en una ciudad más pequeña. No será el primero ni tampoco el último. Regresar a veces no resulta tan sencillo como puede parecer, principalmente por el trabajo, así que si estás en el mismo punto que yo, plantéatelo como algo a largo plazo, que puede que llegue en algún momento y mientras tanto, continúa recordando qué es lo que te enamoró de la ciudad en la que estás ahora y trata de vivirlo con todas las ganas y la felicidad posible, porque cuando camines con bastón y peines canas, seguramente recuerdes esta época como una de las mejores de tu vida.

Y tú, ¿sientes morriña de tu ciudad? 

Malasaña, una opinión (posiblemente) impopular

He dudado mucho sobre si escribir este artículo o no porque posiblemente vaya a ser el más impopular que vaya a haber en mi blog hasta el momento, pero a pesar de ser una opinión personal, está basada en la ley y creo que merece la pena abrir este debate en el que espero que todos podamos ser respetuosos en los comentarios, estemos de acuerdo o no con las opiniones que surjan.

El caso es que desde hace un tiempo han surgido cuentas (principalmente en Instagram) que aunque nacieron de una denuncia social en la que sus creadores pretendían dar a conocer las malas condiciones a las que nos tenemos que enfrentar día a día los vecinos de la zona centro de Madrid, creo que han sobrepasado los límites: la suciedad, el ocio nocturno, los conflictos callejeros o algunas actividades ilegales se han convertido en las protagonistas de sus publicaciones y hasta aquí todo bien; el problema es cuando en la imagen aparecen los rostros de personas que no saben que están siendo grabadas ni fotografiadas. Os pondré algunos ejemplos:

Como vecina me molesta mucho el ocio nocturno (porque además mi dormitorio da a una de las calles más transitadas de Malasaña, es decir, el problema me afecta directamente) pero publicar la imagen de una persona que no se encuentra en plena posesión de sus facultades, bien porque ha consumido una gran cantidad de alcohol u otras sustancias mientras se le graba diciéndole que no se orina en la vía pública, me parece que sobrepasa los límites de la legalidad. Lo mismo sucede con todas esas imágenes que hemos podido ver de peleas, situaciones incómodas e incluso tráfico o consumo de drogas en las calles donde por desgracia hay (o había) narcopisos; respaldarse en el derecho a la información cuando se podría decir que se cruza la línea del derecho a la intimidad, me parece un tema muy delicado. He visto artículos en periódicos o reportajes en la televisión que o no muestran el rostro de la persona o se lo pixelan; si tiene que ser así en los medios de comunicación, ¿por qué se permite en este tipo de cuentas subir instantáneas para que la gente deje su comentario de odio y, en ocasiones, incluso diga quién es esa persona y dé más datos sobre ella?

Pero si lo descrito anteriormente me parece algo poco ético, todavía me parece más dañino cuando se hace con personas que viven en la calle. A ti te puede parecer espantoso o una falta de civismo que alguien orine en la plaza de tu barrio (a mí tampoco me encanta),  pero más horrible es que esa persona tenga que dormir a la intemperie y orinar entre los árboles porque no dispone de un baño público cercano. No sé si alguna de las personas que me está leyendo habrá acudido en alguna ocasión a la entrega de alimentos en la zona centro de Madrid para la gente sin hogar, pero os aseguro que es algo que te hace recapacitar y con solo ir un día, te pensarías dos veces si subir la imagen (repito, sin su consentimiento) de una persona de la que desconoces absolutamente todo, incluso qué es lo que le ha llevado a la situación de no tener un hogar y verse obligado a dormir entre cartones en el banco de un parque o debajo de un puente y hacer sus necesidades entre los matorrales. Estoy (casi) al 100% segura de que estaría encantada de contar con un baño con todas las comodidades, posiblemente como el que tienes tú.

¿Y sacar a los artistas callejeros poniendo en duda que cumplan con la normativa de la Comunidad de Madrid? ¿Es tan difícil de entender que posiblemente la mayoría de ellos preferirían estar tocando en un local o actuando en algún teatro? Ya bastante complicado tienen el hecho de poder conseguir las autorizaciones pertinentes (que no se le dan a todo el mundo que las solicita) como para que unos cuantos vayan señalando con el dedo acusador porque les molesta el ruido de un pequeño amplificador mientras se toman su cañita en una terraza.

Sinceramente, este movimiento de «apatrulladores de la ciudad» que utilizan como arma la cámara de sus móviles y multitud de hashtags para conseguir el mayor número de seguidores posibles, añadiendo textos de maestros del civismo cuando utilizan la imagen de personas sin su permiso, me parece cuanto menos cuestionable. Hay algo que se llama el derecho al honor, a la intimidad y a la propia imagen, y difundir un vídeo o una fotografía de alguien en condiciones que pueden afectar de una manera muy negativa a sus vidas, es muy inmoral, por muy buena intención (permitidme que lo dude) que tenga quien las realice.

Se puede crear una cuenta de denuncia social que cumpla con sus objetivos sin necesidad de cometer una ilegalidad, pero claro, tal vez la ética y la moral están un poco demodé en las redes sociales y cual publicación patrocinada por Mediaset, el morbo y los límites de lo legal venden mucho más. Si es así, enhorabuena, espero que os convirtáis en  los adalides de la justicia en vuestro barrio.

* Os dejo aquí un vídeo muy interesante que trata sobre el uso que hacemos de las redes sociales y de internet en general explicado de una manera muy sencilla. A mí me hizo pensar y estaría bien que todos hagamos exámenes de conciencia y veamos qué errores estamos cometiendo respecto.

Fotografía: www.blog.poprevolver.com